miércoles, 14 de octubre de 2009

La constante del hombre es el cambio.

Para mi entrañable y siempre atento amigo, Eduardo Torres Alonso.
Si no rotamos como lo hace la tierra, si no evolucionamos como el resto de las especies, si esperáramos a que la sinergia de la naturaleza nos traiga consigo nuevos elementos por descubrir; elementos inquietantes que hacen temblar la razón y la estabilidad de las ideas. Si no acercamos nuestros ojos al mañana, el tiempo no perdonará nuestra desfachatez de considerarlo eterno, sin espacio, de burlarnos de él por no creer que llegaría.

Si las mentes libres dejaran de soñar, de vislumbrar, de creer; si esas mentes se inquietan… se pierden y se apilan, en ese montón de cuerpos y cabezas vacías, de hombres y mujeres anodinos. Esas mentes, no sé pueden pervertir, porque son sensibles, porque son sencillamente consientes de sus propios demonios y esta conciencia los turba continuamente, ayudada de las baratijas viscerales a las que le somete su entorno.

La ortodoxia de la costumbre, nos llama a buscar en todo momento, a buscar y encontrar, a encontrar y mantener. Ergo, es todo por la atracción de la costumbre, por el martillado cliché en el que se vive cada día; en lo monótono del ser cotidiano y del vivir: de, para y con. Solo vivir, vacuo y sin sentido. Olvidando el disfrute que alguna vez nos genero estar en grupo, estar en pareja, estar en familia; porque la costumbre y la rutina nos abrazan y asfixian haciéndonos creer que los seres somos eternos y que los sentimientos son pasajeros.

Y el mundo mantiene su constante: el cambio. Entonces el liberal trae al conservador y el conservador regresa al liberal y se mantiene el cambio, aunque más bien solo intercalan las piezas pero la esencia no se modifica. Porque el hoy ya no lo será mañana, por que apareció la constante. Entonces, ¿porque mantenernos ahí, inertes, sin conocer el espacio, sin respirar los variados aires que nos traen las corrientes?

Está bien, quédense ahí, porque la constante es el cambio y la rueda del tiempo está por aplastarles, por ignorar que hay que seguir avanzando, por pensar que vuestra leve silueta sería llevada amablemente por la brisa: pensaron mal. La brisa no te lleva al cambio, será un viento torrencial el que te arrastre de golpe. Entonces, abrirás los ojos y descubrirás que tu falla recae en quedarte parado, que si tan solo tu pensamiento hubiera dado un paso, la misma corriente de la simplicidad no te habría arrastrado.

Solo fluyan las mentes libres! Serán creadoras de mareas, de erosiones, de energía y con esa energía moverán las barracas más inmanejables, serán entonces valor en la constante, en el cambio, en el ser y deshacer; en lo que representa estar y en lo que es estar y ser y, lo que solo quiso haber sido. Porque los que se mantienen quietos sienten frio y “si siente frio buscan el calor en las bebidas fuertes; si se acaloran buscan la frescura en los espíritus frígidos; la opinión pública les consume y les pone febriles”… son esclavos de la imagen y del zumbido de las moscas.

Porque lo señala Zaratustra: “Éste es el infierno para los pensamientos solitarios. Aquí se cuecen vivos los grandes pensamientos y se les convierte en papilla. Aquí se pudren todos los grandes pensamientos; aquí no se oye más que el pequeño chasquido de las pasiones resecas”.

Entonces los que están arriba seguirán dándole vueltas a la ruleta, sin importarles los de abajo, porque saben que los de abajo no se importan ni a ellos mismos… existen entonces, los creadores de viento y su antagónico: la nube quieta y calma que espera que el viento le guie en su camino para nunca dar el cambio.